Sobre los hijos apropiados por uno de sus padres.
En la sociedad argentina el concepto de “apropiación de menores” ha quedado ligado estrictamente a un fenómeno político aberrante ocurrido durante la dictadura militar transcurrida entre 1976 hasta 1983. Se ha investigado y escrito mucho al respecto.
El tema que desarrollaré es relativo a la “apropiación” de los hijos por algunos de los padres, denunciando al otro por algún acto violatorio y/o llevarse los hijos a otro país, donde el otro padre (o madre) tiene severas restricciones para mantener el vínculo con sus hijos.
Existe (también en Argentina) el caso de Gabriela Arias Uriburu, el cual se ha transformado en un caso público * y paradigmático.
Gabriela contrajo nupcias en Guatemala en el año 1991 con un jordano musulmán. Tuvieron tres hijos y luego de un tiempo de convivencia con complicaciones maritales; en 1997 Gabriela plantea su decisión de divorciarse ante la Justicia Civil guatemalteca, quien además le otorga la tenencia de los tres hijos. A pesar de dicha sentencia el padre retiró ilegalmente a sus tres hijos y se radicó con ellos en Jordania, su país natal. Alli su madre estuvo imposibilitada de ver a sus hijos durante un largo período e intervino la justicia nacional e internacional (Interpol, otros). Una frase de Gabriela fue “Tenés que salir a mover la democracia entera para defender los derechos de tus hijos.»
La historia familiar fue tomando en carácter de caso testigo. Recien en el año 2010 se llegó a una resolución plena donde los hijos están en permanente vínculo con su madre: Gabriela, viaja constantemente a sus lugares de estudio y trabajo.
Pero, no todas las personas tienen la capacidad y lo vínculos personales y políticos para volver a contactar a sus hijos. La mayoría de los casos transcurren en el anonimato, a través de juicios entre el denunciante (padre o madre) y el denunciado. Se presentan pruebas, que hay que validar y en la mayoría de los casos son falsas. Pero configuran un ataque a la dignidad del padre/madre que tenga que demostrar su inocencia.
Por eso hablo de “apropiación” y no de “justicia” cuando la violación del menor/es en cuestión es verdadera, y se requiere una defensa verdadera.
Se abre el interrogante sobre el niño/as y ese progenitor perdido/a en relación a la acusación del otro (a la que debe someterse por su condición de menor) y replantearse sus sentimientos amorosos. Esos sentimientos contradictorios se instalan a instancia del progenitor con el que conviven, que le habla mal de otro. Y en muchas circunstancias, es obligado/a a denunciar hechos dañinos que no han sucedido. Y a posteriori, hay pericias; entrevistas con diferentes profesionales, abogados, jueces. Su vida ha cambiado repentinamente.
En mi libro “Las Violencias…” [1]señalo que «Sobre el hijo/a recae un legado, pero en este caso no nos referimos a los bienes; sino a las aspiraciones, deseos…Los hijos son representados/pensados como productos propios, como la realización del propio deseo. Se trata de una gratificación narcisista, que amplía la experiencia vivencial, y es la mayor puesta a prueba (el ser madre o padre) de ponerse en el lugar del otro, de tratar de entenderlo/a; de tener paciencia y tolerancia”.
El hijo/a necesita a cada progenitor de modo diferente. Conviene tener presente que el padre aporta el estímulo separador del vínculo materno-filial y sobre todo: la identidad masculina…la familia, vista desde el orden social, aporta los componentes de la cultura, conservando un orden jerárquico que permite administrar desde las más mínimas acciones… el padre cumple con las funciones de sostén psíquico respecto del estilo masculino; sostiene y transmite las reglas intrafamiliares. Garantiza la inserción de la familia en el orden de reciprocidad social y favorece esencialmente la circulación exogámica.
Hablar de la diferencia entre perder la cotidianeidad de la vida familiar, del trato con los hijos, a la sustracción de los menores a causa del otro progenitor.
El trabajo de elaboración del duelo [2] es similar al que sucede ante la muerte de un hijo, pero con algunas diferencias que es pertinente citar.
Ante la falta de la presencia del hijo/a muerto: en medio de un dolor profundo se reproducen las escenas felices vividas previamente; se mantienen las pertenencias de su habitación, sus juguetes, libros, otros. Progresivamente se acepta la pérdida, se retoma la cotidianeidad; se recompone el vínculo que se ha tenido hasta el fallecimiento, que permanecerá como huella en el recuerdo y desde esa inscripción mental se mantendrá vivo a través del tiempo.
DIFERENCIA CON EL HIJO MUERTO
Ante la privación del contacto con un hijo/a por la apropiación de otro: se suceden sentimientos varios que oscilan desde la negación e incredulidad (esto que estoy viviendo no es cierto, pronto se resolverá, etc.); a sentimientos de impotencia y de rabia; de humillación, con culpa y autorreproches. Hay preguntas recurrentes “¿podría haberme dado cuenta antes de que ocurriera? ¿Qué señales de este hecho pasé por alto? ¿podría haber evitado esta tragedia?, etc. La angustia se intensifica y lleva a la búsqueda de pruebas de la buena vida en común, del vínculo cariñoso; de los momentos de juego y placer compartidos, en un intento de convencer sobre la paternidad nutricia y el amor a ese hijo/a perdido con la firme intención de recuperarlo. Lo que intensifica el dolor y consume la energía vital de quien está atravesado por este padecer. Es difícil aceptar que se ha perdido la batalla, se lucha por recuperar al hijo sustraído.
El hijo apropiado es un sujeto privado de su libertad, en un ámbito de plena confianza ya que este suceso ocurre en la familia, antes del apoderamiento del progenitor en cuestión. Esa hija/o se ha convertido en prisionero de uno de sus padres y pierde al otro.
EFECTOS EN LA SUBJETIVIDAD
Hay multiplicidad de sentimientos dolorosos y de ira, hasta la resignación, ante la imposibilidad de estar con su/s hijo/s y ser el padre que anhelaba.
Las conductas nuevas son necesarias para volver a encarar la vida personal, mejorar la relación laboral y volver a armar un proyecto de vida. Se impone la modificación del estado de vulnerabilidad y construir una forma de sobrellevar lo más airosamente posible el sentimiento de injusticia personal.
La sintomatología varía desde diferentes formaciones de síntomas psíquicos, hasta llegar a somatizaciones. Estas pueden ser reversibles o pueden atacar aún más a la propia persona.
Somatizar es la explicación común que se da a un problema complejo de naturaleza psíquica, emocional que se manifiesta en el cuerpo. Es un proceso que entrecruza una multiplicidad de factores, a través de los cuales se transforman los dolores psicológicos en síntomas físicos, que afectan a diferentes órganos del cuerpo. Cuando el acto de pensar es doloroso, y no hay reparación del conflicto, el soma pasa a ser el escenario privilegiado de esos dolores y aparecen afecciones varias. Son los órganos que se expresan (no alcanza la intervención de la mente cuando la angustia es tan profunda).
Es menester informar acerca del proceso de simbolización en el ser humano. La evolución se extiende desde el psiquismo inicial, donde hay ausencia de lenguaje verbal y la comunicación se expresa a través del lenguaje corporal: llanto, gritos, gestos diversos, que expresan una necesidad y el adulto asistente tiene que interpretar y satisfacer. La satisfacción inicial de esas necesidades genera alivio y placer y deja una huella, una inscripción de la modalidad de satisfacción. El ser humano en su vida inicial incorpora un lenguaje diferente al corporal: los padres hablan, estimulan, acarician, cuidan. Estas conductas posibilitan el lenguaje gestual primero; las primeras palabras relacionadas con objetos y cosas a posteriori; hasta acceder al lenguaje simbólico, en el cual hay una representación mental tanto de las cosas como de las emociones y se posibilita el trato pertinente a cada una de ellas. Allí comienza la articulación de pensamiento y lenguaje, y el sujeto se halla en condiciones de tramitar y resolver saludablemente las situaciones angustiosas.
Podemos decir entonces que cuando un afecto es intensamente doloroso, impacta en el cuerpo, ya que la angustia elevada impide la articulación con el aparato psíquico y sus modalidades de resolución de conflictos: esto sucede cuando se rompe la “protección anti-estímulo”, lo que ocurre cuando irrumpe un suceso que supera la capacidad de procesamiento mental.
La protección contra las excitaciones, es una función que consiste en proteger frente a excitaciones provenientes del mundo exterior que, por su intensidad, plantean el peligro de destruir al psiquismo. Este aparato se concibe como [3] “una capa superficial que envuelve al organismo y filtra…las excitaciones….”
Cuando ese impacto proveniente del mundo externo, y contiene una elevada carga de angustia adquiere la cualidad de situación traumática, ya que ha generado una efracción del sistema protector del psiquismo.
Cuando los diferentes órganos corporales se hallan comprometidos, el efecto es limitante para desarrollar la vida cotidiana. La resolución de las conflictivas pasa a otro ámbito: el de la medicina; siendo necesarios los médicos, las endoscopias, cirugías y tratamientos varios que se complementan con diferentes sustancias: antidepresivos, analgésicos, otros.
Estamos viviendo un tiempo de múltiples violencias: maltratos varios entre las personas, entre los pueblos (guerras, que traen aparejada la muerte y el destierro); una economía en retroceso permanente, que nos obliga a una adaptación permanente a disminuir el nivel de vida al que estábamos acostumbrados. A todo eso, como si fuera poco, se le agregan estas circunstancias contra los menores, y en beneficio del narcisismo patológico de uno de los progenitores.
Es otro desafío para los profesionales psicólogos y todos aquellos que trabajamos en salud mental, ya que tenemos que afinar la herramienta para investigar sucesos actuales (no especialmente históricos y que nos lleva al trabajo de levantar represiones y hacer consciente material inconsciente) donde se ha desarrollado una forma de violencia que involucra a otros profesionales y las víctimas son los menores: estos niños a quienes de pronto se les modifica su subjetividad y sus defensas. Quienes se sienten divididos realmente entre padre y madre, y deben optar por elegir a uno de los dos, a expensas de su integridad psíquica.
**Lic. Sonia Cesio
*https://es.wikipedia.org/wiki/Gabriela_Arias_Uriburu
[1] Cesio, Sonia, “Las Violencias: De Género/Femicidio, En la Pareja, en la familia. A menores: Abuso Sexual Infantil” – CAPITULO I – Función Paterna – 2018 – Ediciones DyD – Buenos Aires –
[2] Diccionario de Psicoanálisis. Laplanche.J, y Pontalis, J.B. “Trabajo del duelo” pág. 457 – Ed Labor 1977
[3] Ob. Cit. Laplanche.J, y Pontalis, J.B “Protección contra las excitaciones” pg. 316