Los accidentes constituyen un suceso traumático, que deja secuelas tanto físicas como psíquicas que requiere analizar y reparar. Son sucesos que parecen producto del destino, pero se ha descubierto que no son casuales ni azarosos: hay un propósito inconciente (desconocido para la persona) y se lo llama “el factor humano”. Hay personas que tienen una disposición a accidentarse. Su personalidad presenta un componente vulnerable que muchas veces se revela a partir de haber sufrido un accidente. A posteriori, a través del fino análisis de los sucesos que está atravesando quien lo ha sufrido, se advierten las situaciones de cambios difíciles de llevar a cabo de otro modo; de alteraciones de la senso-percepción; de dificultades en la tramitación de la agresión, entre otros.

Un accidente constituye una señal de conflictos que la persona está imposibilitada de tramitar saludablemente. Es de utilidad discernir e indagar los aspectos inconscientes que amalgamados en ese suceso traumático. Esa condensación de contenidos requiere un fino análisis para hallar las significaciones desconocidas hasta ese momento y para evitar repetirlas. Es un fenómeno similar al sueño, pero que implica un riesgo vital para quien lo sufre.

En Argentina el pionero en estas investigaciones y su conceptualización fue Julio Granel, desde hace unos 30 años, en la institución C.I.P.E.A de la que soy miembro. Julio decía “»Todos nosotros estamos preparados para vivir las contingencias de la vida…pero cuando son fuertes, súbitas y uno no está preparado, el aparato psíquico se resiente abarcando la psique y el soma. La estructura del sujeto tiene que ajustarse a todo el funcionamiento neurológico, hormonal, psicológico en un momento de cambio…cuando hay un problema interno, el problema externo es el espacio privilegiado para la proyección de esos conflictos».

  • Es conveniente la presencialidad para este tipo de sufrimiento psíquico.

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